Nuestro pequeño tránsito por el universo, nuestra nimia y disoluta existencia se explaya por el placer y la satisfacción de haber podido compartir, sentir, dar y recibir un poquito de esa extraña sustancia que alimenta al alma, la amistad.
Cada vez que contemplo las fotografía de los viajes y las fiestas, una parte de esa dicha de conocernos, de haber compartido nuestras vidas, es extraída integra por la memoria desde el pasado congelado en una foto hasta un instante de consciencia en el presente. Sería preferible no mirarlas, no buscar esa dicha en una estampa, sino en la luz que ilumina sus ojos, en su sonrisa reflejo de una vida con amor compartida. Sería mejor no extrañar esos días, no tener que recordarlos, sino seguirlos viviendo juntos, aunque claro será imposible extenderños hasta el infinito. Habrá un final para lo nuestro, pero ahora que seguimos estando cerca y aún somos jóvenes debemos hacer un homenaje de nuestra amistad para que cuando nuestros caminos finalmente se separen hagamos de ese momento una inolvidable evento.
Muchos se irán, tomarán caminos paralelos, su presencia se disolverá entre la de muchas otras personas que llegarán a nuestras vidas, pero su recuerdo nos acompañará mientras siga latiendo nuestro corazón, porque inconscientemente forman parte de nosotros. Pero aquellos, con quienes aún tenemos contacto debemos esforzarnos por disfrutar de nuestras características comunes y olvidar aquellas diferencias que nos volvieron ajenos y extraños.
Observo nuestras fotos y es como regresar al pasado, donde jóvenes, ingenuos creímos que esos instantes serían eternos. Nos miró con anhelo, con esperanza de encontrar en el futuro instantes como aquellos en que ebrios, contentos, molestos, cansados, dormidos, pero juntos; fuimos felices. Y con la esperanza de contar con su presencia, su mano, su abrazo y beso, símbolos de la amistad que nunca muere.
Esta nuestra historia debemos escribirla, pintarla, grabarla, plasmarla en papel, en granito por que el tiempo se evapora, y la memoria es traicionera, tramposa. Debemos construirle un evangelio, una catedral, un monumento, algo que sea inmutable al tiempo, indeleble al olvido. Porque si no lo hacemos estará condenada a perderse, a diluirse entre tantas diminutas y efímeras vidas. Y debemos también, hacerle un homenaje, una celebración, instaurarle un aniversario, un día, contarle los años, hacerle cumpleaños, cuidarla y protegerla para que crezca, madure, para que nos vea llegar juntos a viejos y sea ella misma quien nos sepulte y nos resucite en un recuerdo.

2 comentarios:
ke bonito post! me gustó mucho ^^
bss...
aaaaaaaaaa mi buen amigo
que buen post
me gustó mucho y esa fotografía
excelenteeee!!!!
saludos
Su.
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